Ya casi terminando el mes de octubre y con las tareas de bodega más reposadas y fáciles de organizar, toca sentarse y hacer tranquilamente un balance de cómo ha sido esta vendimia 2019.
Lo primero que debe destacarse es que este ha sido un año extremadamente cálido y seco desde finales de junio y todo el mes de julio, siendo las lluvias de finales de agosto las que de alguna manera salvaron la cosecha. Algo que no sorprenderá a nadie por las constantes alarmas sobre el cambio climático que estamos recibiendo constantemente y cuyos efectos ya estamos sufriendo cada vez con más frecuencia.
Paradójicamente, esta escasez de agua ha propiciado que la vendimia 2019 haya sido bastante más abundante que la 2018 en cuanto a kilos obtenidos. Si el año pasado en Fábregas no alcanzamos los 90.000 kilos de uva, esta año hemos rondado los 150.000 kilos. Pero no solo nosotros, en el global de la Denominación de Origen se han vendimiado unos 21 millones de kilos, un 11% más que la campaña anterior según datos oficiales. ¿Y esto por qué?
La principal explicación está en que la escasez de agua va asociada (por norma general) a la ausencia de enfermedades fúngicas en la vid. El pasado año 2018, fue anormalmente lluvioso en Somontano y todos sufrimos en mayor o menor medida los efectos del mildiu, un hongo que se desarrolla en ambientes húmedos y que hace disminuir la producción considerablemente. En cambio, este año no ha habido ningún problema de enfermedades fúngicas y por eso, en términos generales en la zona, la producción no solo ha sido más elevada sino también más sana. ¡Estamos de enhorabuena!
Respecto a nuestro calendario de vendimia, ya dijimos que comenzamos el día 2 de septiembre con dos fincas de Chardonnay y continuamos con el Gewürztraminer la noche del 5 de septiembre. Estas primeras uvas se adelantaron bastante al resto y por eso tuvimos unos días de cierta tranquilidad hasta la noche del 17 de septiembre… ¡fecha en la que empezó el rock&roll!
Esa noche sobre las 23:00 horas comenzamos con la Garnacha Blanca de los Oncenos, la finca que tenemos en las faldas del Monasterio del Pueyo, y terminamos con un espectacular Syrah de secano que vendimiamos en una finca del municipio de Salas Altas. A la noche siguiente, le llegó el turno a nuestro Syrah de Las Planas, una de las fincas familiares que más años llevamos trabajando en los alrededores de Barbastro y en la que también tenemos una Garnacha Blanca que entró a bodega la noche del 24 de septiembre.
Sin apenas descansar, el 25 de septiembre por la mañana desayunamos fuerte (y almorzamos aun mejor) para empezar con la vendimia a mano de las cepas viejas de Moristel que trabajamos cerca del municipio de El Grado. Dos fincas que llevan años y años produciendo en silencio unas uvas que nosotros valoramos como si fueran oro y, por lo que hemos visto este año, los jabalís y corzos de la zona también. Los muy simpáticos…
Dos jornadas más tarde, la noche del 27 de septiembre, volvimos a preparar la tolva de recepción para entrar en bodega la Garnacha Tinta de los Oncenos, uno de los buques insignia de la bodega. Excelente calidad y trabajo el de este año.
Y con todo esto vendimiado, llegaba el turno del resto de moristeles, una variedad autóctona del Somontano de ciclo tardío que en nuestro calendario siempre se queda para el final. Entró algo el 30 de septiembre pero el grueso de verdad ya fue más cerca de El Pilar, concretamente los días 8 y 11. La traca final se reservó para el sábado 12, día en que vendimiamos a mano una viña vieja de garnacha tinta, de la que solo podemos decir que se ha convertido en un proyecto nuevo y muy ilusionante.
Como veis, si hace años el abuelo Fábregas empezaba a vendimiar siempre el día después de El Pilar, actualmente es entonces cuando terminamos la vendimia. Distintas variedades de uva trabajadas, mejora de la tecnología de bodega, efectos del cambio climático, hábitos de consumo… muchas son las razones aunque hay algo que está claro: las fechas habrán cambiado, pero la pasión sigue siendo la misma.
¡Seguimos avanzando!